Desde pequeños, recibimos muchas informaciones y enseñanzas acerca de cómo cuidar nuestro cuerpo, de cómo utilizarlo, etc.
Nos dicen cómo usar nuestras manos y piernas, cómo proteger nuestra piel de los rayos solares, cómo lavarnos los dientes, etc. Sin embargo, y a pesar de que nos digan que los ojos son muy importantes, se nos da poca información acerca de cómo realizar dicho cuidado.
Me gustaría recalcar lo que ya es evidente para los seres humanos, y es que hay un incremento extraordinario en la incidencia sobre la población de las dolencias visuales. Y esto en mi opinión, se debe al consumo cada vez mayor de alimentos “fabricados” y al mal uso de la vista.
Un primer aspecto a considerar es la luz. Esto es, por supuesto, de interés para todos y, especialmente, para los présbitas y/o los que padecen alguna otra deficiencia visual. La luz natural es, sin duda, incomparablemente mejor a cualquier luz artificial.
Y nunca serán suficientes los esfuerzos para dotar de luz natural a nuestro lugar de estudio o trabajo. Asimismo, todas las empresas, aunque sólo sea por una cuestión meramente económica, debieran adoptar la luz natural.
Es mucha la ventaja competitiva de quienes trabajan en un ambiente así, además del ahorro en el consumo.
Otra ventaja de la luz natural es que el sol, en su trayectoria aparente delante de nuestra ventana, varía el ángulo de incidencia de los rayos a lo largo del día. De esta manera, se favorece la movilidad ocular.
En los casos en que sea imposible obtener luz natural, utilice la luz que brindan las bombillas incandescentes y no la de tubos fluorescentes o lámparas que contengan gas, ya que estas últimas emiten una luz que vibra sesenta veces por segundo, igual que la corriente alterna, lo que produce un cansancio visual adicional.
Asimismo las lámparas de bajo consumo a pesar de que vibran dos mil quinientas veces por segundo, que la mente consciente no alcanza a percibir son muy brillantes y totalmente inadecuadas para una mesa de trabajo donde uno se sienta ocho horas por día.
Sin embargo pueden usarse en alumbrado público, vidrieras, salones, etc. De la misma manera, la luz debe ser suficiente pero no excesivamente brillante y tener un ángulo de incidencia adecuado. La mejor incidencia es cuando la luz viene desde detrás de nuestro hombro y en sentido oblicuo; es decir, desde el costado, desde atrás y desde arriba a la izquierda (en caso de ser uno diestro).
Si la luz, por el contrario, incide viniendo por delante, se reflejará sobre el papel y rebotará hacia nuestros ojos, cansando la vista inútilmente. También es conveniente dirigir el haz luminoso hacia el texto (o lo que esté viendo), destacándolo sobre un fondo ambiental de luminosidad más tenue.
No es bueno leer un texto que esté apoyado sobre una mesa, pues de esta manera el cuerpo, especialmente el cuello, se flexiona demasiado.
Es mejor sostener el material de lectura con las manos o utilizar la sana costumbre (ya casi olvidada, incluso en las bibliotecas) del atril.
La distancia entre el texto y los ojos es variable; pero para las personas de vista normal, la medida más cómoda suele ser de treinta a treinta y cinco centímetros.
En el caso de que su visión no sea suficiente y necesite alejar o acercar el texto, siempre será mucho más conveniente esta acción de alejamiento o aproximación que, por supuesto, el uso de anteojos.
También en los casos en que exista alguna deficiencia visual, hay que leer durante períodos más breves (cinco minutos, por ejemplo) y luego descansar, realizar algunos movimientos oculares o simplemente mirar a lo lejos para relajar los ojos.
En todo momento, y especialmente cuando tenga que sentarse durante períodos prolongados, preste unos instantes de atención a su postura corporal antes de iniciar la tarea.
Es conveniente tener la cadera hacia atrás, mantenerla contra el respaldo del asiento, ya que de este modo, al tener la espalda apoyada, la posición es menos tensa; para conseguirlo, el asiento deberá estar lo suficientemente cerca de la mesa de trabajo. Se trata de evitar las tensiones en cuello y hombros.
Hay vicios posturales, como dejar caer el mentón sobre el pecho mientras se lee, que suelen provocar tensiones. Otro vicio muy común entre la gente que padece miopía es la tensión crónica de los músculos flexores del cuello (parte posterior), que se produce al subir el mentón y llevar la coronilla hacia atrás.
Para aliviar estas tensiones es necesario detectarlas rápidamente y en su comienzo, para acto seguido realizar los ejercicios adecuados y relajantes.
La lectura debe realizarse con facilidad. Hay que evitar la excesiva fijación de la vista o forzarla para obtener una visión más clara. Cuando entrecerramos los ojos (o miramos a través de un pequeño agujero), logramos un poco más de agudeza visual.
Esto sucede porque estamos enfocando con un sector de la retina, denominada mácula, que posee una mayor concentración de las células responsables de la visión (conos y bastones).
Se trata de una costumbre o práctica inadecuada ya que fatiga la vista y la tensa mucho más. La vista es algo que surge de nuestro interior sin intervención de la conciencia.
Todo intento por forzarla conscientemente termina finalmente deteriorándola. Si se tiene una visión borrosa o insuficiente hay que evitar leer letras demasiado pequeñas o mal impresas.
De la misma manera, el texto debe estar inmóvil. No es una buena práctica leer en vehículos en movimiento. También hay que evitar leer cuando se está enfermo y/o muy cansado. Los ojos también requieren reposo. Es muy importante, asimismo, la velocidad de lectura.
Cuanto más rápido se lee, más se irrita la vista. Es bueno leer lentamente, palabra por palabra. Los ojos están conectados con todo el organismo y la lectura produce sensaciones, emociones, etc.; así, mientras se lee, es necesario tomarse un tiempo para reflexionar y experimentarlas.
Los juegos de computadora, que exigen una gran velocidad visual, son muy irritantes para los ojos, dada la velocidad del movimiento de las imágenes. Resolver un crucigrama con papel y lápiz, pero pensando a gran velocidad, también puede producir similares efectos irritantes.
Una mala costumbre que se utiliza para atenuar las emociones que nos proporcionan los ojos es contener la respiración mientras se lee, un hábito que está más extendido de lo que se cree.
Para contrarrestarlo, hay que tomar conciencia de nuestra respiración mientras leemos. Los bloqueos o interrupciones de la respiración pueden producirse durante la exhalación, haciéndola incompleta y aumentando así el aire residual que queda en los pulmones sin ser expelido (típico de la hipermetropía) o durante la inhalación (miopía).
Ambas modalidades, además de impedir un contacto pleno con las emociones que se generan, producen una oxigenación insuficiente.
Esto no sólo afecta a la vista sino también al cerebro, que, como sabemos, es un gran consumidor de oxígeno, disminuyendo el rendimiento intelectual de nuestra tarea. Por otra parte, es muy común encontrar dolencias oculares asociadas a otras respiratorias (rinitis, bronquitis, asma, etc.).
Una de las razones se debe a que el consumo de oxígeno del tejido ocular es muy alto; tanto es así, que tejidos muy consumidores de oxígeno, como el cerebro y el hígado, sólo alcanzan a consumir la tercera parte de lo que consume el tejido ocular en su metabolismo normal.
Además, es también relevante señalar que el organismo, al verse sometido a escasez de oxígeno, deriva automáticamente el disponible para mantener las funciones indispensables para la vida y lo escatima al ojo, agravando así la falta de oxígeno que experimenta.
Por todo lo expuesto, es de gran utilidad aumentar la incorporación de oxígeno. Esto puede realizarse durante los ejercicios oculares, o también mediante respiraciones profundas durante la caminata o las actividades físicas.
Asimismo, se debe prestar atención a mejorar la inhalación o la exhalación de acuerdo a la dolencia visual que se padezca. Otra mala costumbre, lamentablemente muy generalizada, es el uso de anteojos oscuros para reducir el nivel de luminosidad que llega a los ojos.
Este tipo de anteojos se utiliza por distintos motivos, siendo el más común el evitar los reflejos que se producen porque el cristalino no es totalmente transparente.
Y esto sucede por una dieta inadecuada, generalmente abusiva, en lo que se refiere a cereales refinados y azúcares. Pero también los reflejos pueden producirse por otras alteraciones en la dieta.
Si bien pueden existir situaciones extremas (nieve, arena, mar, etc.) que sean excesivamente luminosas y puedan requerir de algún tipo de filtro, esto suele ser excepcional.
Se debe tener en cuenta que la luz es para la retina como el movimiento para el músculo, y empobrecer el caudal lumínico que le llega conduce inevitablemente a deteriorar su funcionamiento.
Nuestros ojos merecen mucha más consideración que la que habitualmente les brindamos. Una forma de considerarlos, y de tenerlos más en cuenta, es permitiéndoles el simple gozo de la contemplación. Para ello, hay que relajarse y permitir que la vista se deleite con lo que desee durante algunos minutos; dejarla que mire lo que quiera y disfrutarlo.
De la misma manera, prestar atención a las otras sensaciones (sonido, olores, tacto, etc.) también beneficia a los ojos, ya que de este modo pueden abandonar momentáneamente su protagonismo sensorial. Este protagonismo es muy grande.
Podría decirse que, desde un punto de vista sensorial, nuestra civilización es de una predominancia netamente visual; por este motivo, sometemos a nuestros ojos a esfuerzos y tensiones que se reducirían simplemente prestando atención a nuestras otras sensaciones.
Otra forma de considerar a nuestros ojos es tener una actitud amable y receptiva hacia ellos, hacia las imágenes y sensaciones que nos aportan, y hacia la forma en que los estamos utilizando.
Podría parecer que estos consejos tan sencillos no debieran ni siquiera mencionarse, pues sería de esperar que el ser humano los aplicara de forma natural y sin requerir instrucciones.
Sin embargo, esto está muy lejos de lo que realmente ocurre. La mayoría de las personas utiliza sus ojos sin tenerlos en cuenta, sin pensar en ellos y tratándolos como si fueran máquinas y/o, en el mejor de los casos, como esclavos sometidos a trabajos forzados.
Otra forma en que se manipula la vista es presionándola y concentrándose excesivamente en salir a buscar las imágenes. Las imágenes deben fluir libremente a través de los ojos.
La visión no puede ser comandada voluntariamente, sino que sucede cuando una atención receptiva y pasiva fluye sin interrupciones.
Los ojos, como sabemos, aparte de la crucial función de proporcionarnos la vista, tienen otra función muy importante: la de recibir y emitir emociones a través de la mirada.
Hay miradas tiernas, miradas duras y agresivas, inescrutables como la del jugador de póquer, temerosas, frías, de desdén, miradas chispeantes y alegres, de complicidad, anhelantes, necesitadas, altivas, miradas que invitan, seductoras, etc. Y a través de la mirada, también puede afectarse la vista y la salud en general.
En este sentido, hay que permitir que los niños expresen sus sentimientos mediante la mirada, evitando censurarlos si ésta no nos agrada —por ejemplo, “no mires así a tu madre”— y, por el contrario, evitar castigarlos mediante miradas frías y atemorizadoras.
La sensibilidad de los niños es mucho más acentuada que la de los adultos, y dichas miradas, que los mayores consideramos habitualmente como inofensivas, pueden causar graves daños, especialmente en los lactantes.
También es necesario poner algunos límites y cuidados en el uso de la televisión y las computadoras. Cuando mire la televisión en pantallas de veinte pulgadas o más, hágalo por lo menos a tres metros de distancia; con pantallas más pequeñas, puede reducir la distancia.
Los rayos catódicos que emite el televisor no son inofensivos y hay múltiples estudios que señalan su participación en la generación de dolencias, tales como fatiga visual, tensión ocular, cefalea y malestares de diversa índole. Estos rayos no solamente se emiten desde la pantalla hacia delante sino que lo hacen también hacia atrás.
Y está probado que, en exposiciones prolongadas, pueden afectar a una persona ubicada detrás de una pared a espaldas del televisor. Estos son detalles a tener en cuenta para situarse a no menos de dos metros de la parte trasera del televisor. Las pantallas modernas a base de cristal líquido, plasma o LEDs, son menos nocivas.
No es aconsejable mirar más de un par de horas diarias la televisión. Y los mismos conceptos son aplicables a las computadoras, que, al ser usados a menor distancia, producen aún más tensión en la musculatura ocular.
Existen estadísticas que establecen que más del 60% de los usuarios habituales de computadoras padecen dolencias visuales producidas o agravadas por éstas, lo que habla a las claras del daño que producen.
Es decir, hay muchas cosas que pueden hacerse para cuidar la vista, y que necesariamente no se aprenden natural o genéticamente, por lo que la ayuda de un profesional idóneo es de gran utilidad.