Recuerdo que hace unas pocas décadas (y esto es una apreciación personal, ya que no cuento con estadísticas fehacientes. Me gustaría tenerlas), existían las operaciones de Vesícula Biliar.
Pero hoy en día me sorprende grandemente que vengan a mi consulta tantos pacientes con patologías hepato-vesiculares.
Ya sea que hayan sido operados, o tengan la indicación del cirujano para hacerlo o que padezcan los síntomas que le son propios. Aprovecho para mencionar, ya que aparte de los trastornos digestivos existen otros síntomas como el sabor amargo en la boca (bilis), que también produce mal aliento (halitosis), la irritabilidad típica de los enfermos del hígado (por ejemplo algunos alcohólicos violentos, pese a que exista esta irritabilidad muchas veces está contenida), los mareos, la sensación de debilidad en las piernas, el sudor nocturno, especialmente en la zona occipital (mojar la almohada), etc.
El tema es que si a una persona se le quita la vesícula biliar y no cambia su dieta y fundamentalmente su forma de comer, el resultado de la operación, por más que quirúrgicamente sea un éxito, empeorará la calidad de vida del paciente.
Y esto de ninguna manera significa vilipendiar a los cirujanos.
El cirujano tiene claro que de haber cálculos en la Vesícula estos pueden producir obstrucciones y conducir a enfermedades gravísimas como una pancreatitis, que incluso puede ser mortal.
Entonces, no se trata que el cirujano decide una operación por motivos económicos, sino que tiene claro que debe realizar una operación preventiva (prevención secundaria se llama cuando ya esta instalada la patología) para evitar una enfermedad mucho más grave.
Pero en definitiva, es mi opinión que el aumento de las enfermedades de la vesícula biliar tienen en nuestros días una incidencia en la población mucho más grande que hace unos pocos años. Entonces, ¿qué es lo que sucede para que esto ocurra? En el organismo humano existe lo que se denomina el Sistema Nervioso Autónomo (así denominado pues es independiente del pensamiento voluntario, es decir funciona sin intervención de la conciencia).
Este sistema consta de dos partes: el Sistema Nervioso Autónomo (SNA) Simpático y el SNA Parasimpático.
Cuando rige el primero la mayor parte de la sangre y de la energía se dirigen hacia la cabeza y la periferia del organismo (la masa muscular) y preparan al mismo para el trabajo físico o intelectual y para las exigencias físicas que sobrelleva la gente común en su devenir laboral.
En cambio cuando rige el SNA Parasimpático la mayoría de la sangre y la energía se derivan hacia el interior del organismo, preparándolo para la digestión y el reposo.
Y lo que resulta evidente es que el organismo no puede cumplir cabalmente las dos funciones a la vez.
Esto es lo que ocurre en forma muy generalizada en la vida moderna, en la que la persona suele trabajar y comer al mismo tiempo; y este es a mi juicio el principal origen de la patología biliar.
En resumen, hay que contenerse y comer tranquilo, masticar la comida (algunos médicos sugieren 200 veces cada bocado, es decir beber los sólidos y masticar los líquidos, aunque yo les pido al menos 10 veces, que además es la única manera de obtener más sabor de los alimentos y gozar más la comida), hacer el debido reposo después de comer (como mínimo 45 minutos) y nunca por supuesto comer y trabajar a la vez.
La aseveración que hay que comer muchas veces por día, es totalmente errónea.
Cuanto menos comidas se hagan por día mucho mejor. Y aquel que quiera prevenir de alguna manera las enfermedades biliares antes de que estén instaladas, o aún cuando ya las ha contraído, deberá prestar atención a estos simples consejos.
Pues aunque por supuesto hay alimentos que afectan estos órganos (como ser las grasas saturadas, carnes grasas o de caza, chacinados, alimentos sólidos y líquidos artificiales o “fabricados”, lácteos, huevos fritos, chocolate, pastelería, cereales refinados (que son los principales productores del colesterol. (Ver artículo colesterol), el alcohol en exceso, especialmente las bebidas blancas, etc. y no reusar el aceite ni comer frituras en restaurantes), mucho más los afecta la forma en que se ingieren.
Y para concluir les diría que en mi carrera de médico he visto a personas que comían alimentos no muy sanos pero respetaban estos preceptos y conservaban la salud.
En cambio otros que se alimentaban bien pero lo hacían sin respetarlos tenían una mucha mayor incidencia de esta patología.
Por eso si eres de los que padecen afecciones hepato-vesiculares es importante que sigas estos preceptos sobre la forma de ingerir los alimentos para conservar y mejorar la salud en general.