Muchas veces cuando comienzo o promedio la escritura de un artículo me viene un refrán a la cabeza “no se puede satisfacer a todos” y que por más que me esfuerce no voy a lograr que a todos les guste lo que escribo o les sea útil, y que además me quieran y respeten por ello. Pero siempre concluyo que si el mismo Eterno no nos satisface a todos, como un insignificante mortal puede lograrlo, y entonces bajando un poco la exigencia puedo continuar escribiendo.
Eterno no nos satisface a todos, como un insignificante mortal puede lograrlo, y entonces bajando un poco la exigencia puedo continuar escribiendo.
Es difícil comprender que temas tan disímiles como la salud, la política, la psicología, nuestra historia y nuestra actualidad, el cine, lo social, lo religioso o cualquier otro aspecto de nuestro devenir actúan en conjunto y están unidos. Así por lo menos piensa la Medicina Holística, haciéndolo, no en contra de la súper- especialización que caracteriza nuestro presente sino, por el contrario, tratando de complementar los miles de pedacitos en que está dividida la medicina con otro pedacito cuya función es lograr una mayor comunicación entre las partes, una mirada abarcadora. Considero que no pretende inventar nada ya que estos conocimientos son muy antiguos, cuasi prehistóricos. Mucho tiempo después en el pasado y especialmente a partir del siglo X, o más o menos, se produce un cisma entre los poseedores de algún tipo de conocimiento médico, entre los llamados escolásticos que manejaban un conocimiento más teórico y ligado a la religión (considerado superior) y los llamados “carniceros” que incluía por supuesto a los protocirujanos, dentistas y otras yerbas que estaban dentro o eran considerados de un nivel inferior. Esto se mantuvo durante varios siglos hasta que este último grupo fue tomando las riendas y con los avances, primero de la anatomía que era estudiada subrepticiamente bajo eventuales cargos de sacrilegio, se fue desarrollando la medicina moderna, que luego se ocupó de la fisiología, la microbiología, etc., hasta la pléyade de medicinas modernas que son incontables hoy en día, ni que hablar de las especializaciones y sub especializaciones.
Asimismo las más de 500 formas de medicina china, o de muchos otros países o las medicinas indígenas, etc. etc. Está tan fragmentada la medicina y se sabe cada vez MÁS de cada pedacito, que pronto vamos a saber TODO sobre NADA (como dijo no sé quién).
Con el tiempo estas dos corrientes fundacionales de la medicina moderna se fueron acercando, o por lo menos no se perseguían tanto la una a la otra.
Después de años de inquisición, la iglesia, principal compañera del dogma, debió volver arrepentida sobre sus pasos y reconocer las barbaridades que había cometido, imaginemos que a Galileo tardó cinco siglos en reconocerlo, ni que hablar de muchos otros hombres de las ciencias que fueron quemados por desafiar al “dogma”. Y esto le ha pasado también a la ciencia cuando apareció la “Teoría de la Relatividad” de Einstein, que cuestionó el dogma de la física Newtoniana. O cuando apareció la teoría Quántica, o el descubrimiento de partículas más pequeñas que el átomo, que había sido considerado durante siglos la unidad de materia. Así se fueron sucediendo distintas teorías demostrando la calidad incompleta de las anteriores. Hasta tuvo que aparecer la epistemología o ciencia del conocimiento, para establecer un nuevo “dogma”: que todo conocimiento científico era un error, pues así era demostrado “irrefutablemente” por la historia de las ciencias. Luego, entre otras, vino la Teoría del Big Bang que explica muy enjundiosamente que el Universo nació de una partícula pequeñísima con una masa infinita que estalló y de ahí comenzó a expandirse. Aunque también se podría pensar que nunca empezó y que es Eterno, que siempre ha estado, está y estará, de distintas maneras, pero no es finito como las cosas que puede percibir el hombre, es decir: la noción de eternidad.
Pero bueno, toda esta introducción es para demostrar que el “dogma” no existe.
En este sentido y ubicándonos en las postrimerías del siglo XIX y llegando a los albores del siglo XX, con la proliferación de los conocimientos psicológicos, comenzó a reunificarse la medicina con las enfermedades psicológicas (Medicina Psicosomática). Tremendo paso que no hacía más que reconocer que la medieval decisión de separar la medicina entre escolástica y sangrienta, era por lo menos absurda. Y es mi parecer que con la era de la comunicación (Acuario y el quinto chacra de la garganta), se volverá a ensamblar la Sociología, que también es absurdo que se haya separado de la medicina. No por el desarrollo independiente que pueda tener (y que a mi juicio está en pañales) sino porque es inconcebible que apenas se la tome en cuenta en la consulta médica, cuando hay estudios que indican por ejemplo que la soledad suele acortar las expectativas de vida nada menos que en un 30%.
Por cierto, en la antigua Grecia la Sociología estaba naturalmente integrada a la medicina. Por ejemplo, en esas épocas del nacimiento de la Democracia en que existían los Senadores (corruptos como algunos de los actuales), había gente que, consciente de esa situación de ambición desmedida o codicia y deshonestidad, o por falta de educación, se alejaba de la política y se ocupaba solamente de su trabajo personal, confiando en que si procedía correctamente así cumplía la totalidad de su obligación como ciudadano aunque no le interesara lo que se “cocinara” en la política. Pero convengamos que esta situación de desinterés por la política se hipertrofió muchísimo y ha llegado un momento en que a gran parte de la población le interesa un bledo la política. Es decir quizás inicialmente la falta de codicia, de medios económicos, de educación o por cuestiones de honestidad, etc. fueron algunos de los aspectos que parecieron alejar al hombre de la corruptela de la política. Luego en la antigua Grecia, donde por lo menos la Sociología y la Medicina estaban un poquito más unidas, llegó a considerarse a este desinterés por la política como una enfermedad como tal. Su nombre era “idiocia” o “Idiokia”, y a aquellos que padecían esta enfermedad se los denominaba Idiotas y se los definía como los que carecían de interés por el devenir social o la Política. Es decir, sin lugar a dudas se los consideraba enfermos y mientras durara esta situación una clase inferior de ciudadanos. En la Argentina como en otros lugares del mundo se impuso a principios del siglo XX, por la gloriosa ley Sáenz Peña el voto OBLIGATORIO y secreto que por primera vez llevó a un representante del pueblo a la presidencia, Hipólito Yrigoyen. Hoy en día esa población desinteresada no votaría, como sucede en otros países del mundo que presumen de evolucionados y en los que el voto no es obligatorio. Por lo tanto se hace muy difícil lograr un presidente que represente los intereses del pueblo, es decir un gobierno popular o populista, con perdón de la palabra… Aun así lamentablemente por la falta de educación política que debería instrumentarse como mínimo ya en el primer año de la secundaria (ahora por el contrario están eliminando la historia Argentina de 4to y 5to año), el pueblo suele ser engañado vilmente o “comprado” por los políticos, que en general son avezados mentirosos. Discúlpenme que me meta con la política de la que nunca hablo en consulta, pues atiendo con el mismo fervor a todos, sin distinción, pues así lo he jurado.
Dada la índole, la gravedad y la masividad de la situación, incluir la política en un análisis de la depresión es mínimamente indispensable, ya que al leer hoy que un albañil se suicidó por que no podía pagar $3000 de los servicios, si no lo hiciera me sentiría un miserable. Digo esto porque este desinterés total por la “política”, lleva a un nivel de DEPRESION SOCIAL muy alto, que es mejor que enfrentemos so pena que la sociedad estalle en mil pedazos.
Al contar con un país riquísimo, que tiene todo por hacer, resulta penoso que no haya capitales (por encontrarse afuera) y falte trabajo para los argentinos. ¡Cómo van a venir inversiones a la Argentina si los mismos argentinos llevamos el dinero afuera!
La revista Forbes dice que el 50% de la riqueza de la humanidad en el 2014 estaba en manos de 85 personas y en el 2015 en manos de 80 personas, y que cada año va concentrándose más y más dejando fuera del “mundo” a mayor cantidad de seres humanos. ¿No cree que la concentración de riquezas es una de las razones de la Depresión que aqueja a los seres humanos en todo el mundo?
Nuestro país produce alimentos para 450 millones de personas (es decir 10 veces nuestra población) y está lleno de familias que deben mandar a sus hijos a los comedores escolares u ollas populares para que puedan comer y no pasar hambre, entonces: ¿cómo no se van a DEPRIMIR?.
¿Y qué tiene que ver esto con la depresión? Contesto a la manera Hebrea con otra pregunta: ¿Escuchó que una persona se suicida o muere sin proponérselo, como sucedió últimamente en nuestro país, cuando se queda sin trabajo ni sustento para su familia? Ésto no constituye un hecho aislado sino que ha sucedido muchas veces y aunque no se llegue a ese extremo la gran mayoría cuando pierde o se reduce su sustento SE DEPRIME.
Otro de los factores, que hay que tener en cuenta, son los psicofármacos.
Comprendemos que ciertos psicofármacos pueden ayudar a una persona en crisis a sobrellevarla o a dormir mejor. Pero esto debe ser, en la mayoría de los casos, por lapsos breves. Hay estadísticas que indican que a pesar de la proliferación de los psicofármacos la Depresión ha aumentado en las últimas décadas en USA un 600%. Sería injusto atribuirle toda la responsabilidad a los psicofármacos pero indudablemente les corresponde una parte en la cronificación de las dolencias psicológicas y en convertir en “vegetales” a una parte de la población que los consume habitualmente.
Actualmente ya no se habla tanto de Depresión de la personalidad sino de compresión de la misma. Es decir que la fuerza de trabajo del individuo no tiene donde verterla y por lo tanto se le vuelve contra sí mismo y lo paraliza y lo aplasta hasta que no tiene ganas de hacer nada. Si lo dopamos, esta situación impide aún más que el individuo sea capaz de gastar su energía para salir de la depresión, por lo tanto muchas veces se agrava. Es un círculo vicioso que cuanto menos hace, más se deprime (o comprime). Por ello es de vital importancia el gasto de energías aunque parezca que no tiene sentido. Me acuerdo en este momento de la película (una ficción) de Forest Gump que en un determinado momento salió a correr sin motivo alguno, hasta que encontró su rumbo. Esa es una buena terapia para la depresión: correr, caminar (al sol si es posible) o realizar cualquier tarea por más tonta que sea que agote nuestro exceso de energías. Esto al principio cuesta, porque hay que levantar la compresión a la que estamos sometidos, pero haciendo de tripas corazón y empezando de a poco y cada vez más, iremos levantando nuestro ánimo.
Además de las razones sociales de la depresión, que son muchas más, hay otro factor (por supuesto no el último) que es la alimentación. De esto quiero decir que hay una escasísima conciencia de como los alimentos producen y modifican totalmente nuestros estados de ánimo. Y esto lo digo no solo por mi limitado conocimiento de la medicina natural y holística sino también por mis 10 años de experiencia practicando la psicoterapia. Si usted come mal puede hacer 50 años de psicoterapia que no va a salir de su depresión, salvo que cambie su alimentación. Hay alimentos que, por su grado de contaminación como el pollo común, el cerdo, los lácteos, los alimentos “fabricados” o los transgénicos, ni que hablar de los pesticidas o los fertilizantes, todos deprimen severamente el ánimo. O aún las malas combinaciones de alimentos (ver en www.drflint.com.ar la Tabla de Combinación de Alimentos). También una mala costumbre generalizada en el siglo XX de comer todos los alimentos juntos en la misma comida.
Todas estas cosas afectarán no solo su sistema digestivo y su salud física sino también sus emociones y sus estados de ánimo, provocándole DEPRESIÓN y muchas otras dolencias psíquicas, que incluso podrán llevarlo a la desesperación más profunda y al SUICIDIO.
Por eso me gustaría convenir con Uds. que podrá haber gente DEPRIMIDA por la mala alimentación, por una situación endógena de mala salud física que lleva por supuesto su correlato psicológico, por una pérdida personal de índole reactiva psicológica, pero, en mi concepto, lejos, muy lejos la principal causa de la Depresión en la Argentina de hoy en día es la situación socioeconómica y la pérdida del trabajo